
En cada rinconcito de Indervalle, en cada oficina donde se revisan actas y se evalúan rendiciones de cuentas, hay una fuerza imparable que contagia de alegría a todos los que la rodean. Esa energía tiene nombre y apellidos, Lucía Góngora Catillo, una mujer que, con su sonrisa permanente y su actitud desbordante de optimismo, ha convertido su espacio de trabajo en un rincón donde el deporte y la felicidad van de la mano. Desde el 2019, esta bonaverense de ‘pura cepa’ ha dedicado su talento y su pasión a fortalecer el área de fomento y desarrollo deportivo, asegurando que cada detalle administrativo sea impecable y que el bienestar del deporte vallecaucano brille con luz propia.
Pero si hay algo que define a Lucía más allá de su labor técnica, es su amor por la vida. Criada en el corazón de Buenaventura, aprendió desde pequeña que la música es un lenguaje universal y que el baile es una forma de celebrar la existencia, “yo no voy a una rumba a sentarme, yo voy a bailar”, dice con orgullo, mientras menciona con el mismo entusiasmo que ama desde un currulao del Pacífico como una balada de Amanda Miguel. Su conexión con la música refleja su esencia, una mujer que se mueve al ritmo de la felicidad y que invita a todos a hacer lo mismo.
Su historia es la de una mujer que valora sus raíces. Hija de un marinero de la Flota Mercante Gran Colombiana y de una modista apasionada, creció en un hogar de fe, disciplina y amor por la comunidad. Ser la cuarta de siete hermanos le enseñó a compartir, a escuchar y a construir lazos sólidos, valores que hoy traslada a su entorno en Indervalle. Para ella, esta institución es su segundo hogar, el lugar donde ha crecido profesionalmente y donde ha encontrado una familia extendida que la impulsa a seguir dando lo mejor de sí.
Lucía Góngora no solo hace que la maquinaria administrativa de Indervalle funcione con precisión; ella inspira. Su mensaje es claro “no hay que amargarse por nada”, dice, con la misma chispa que la caracteriza, con esa risa que es un eco de esperanza, su presencia es un recordatorio de que la actitud positiva siempre es poderoso y transformador.